Una deuda histórica

Con la flamante presentación de Santander como candidata a albergar la capitalidad europea de la cultura en 2016, somos muchos los que echamos en falta la presencia en la ciudad de un teatro municipal de corte clásico, alejado de un faraónico y ultracontemporáneo Palacio de Festivales de titularidad autonómica y de un centro cultural perteneciente a nuestra única caja de ahorros como no deja de ser el recientemente rabautizado como Teatro CASYC. Se extraña en estos momentos con tristeza la majestuosa y bella estampa del Teatro Pereda, antaño ubicado en Río de la Pila hasta que la desidia de los políticos del momento y diversos intereses inmobiliarios desembocaron en un acto trágico y totalmente infame. Fue en agosto de 1966 cuando se nos privó a todos los santanderinos de uno de los edificios más emblemáticos y destacados, cultural y arquitectónicamente, de toda la ciudad.

Mientras que poblaciones cercanas como Gijón, Oviedo, Bilbao, San Sebastián, Burgos o Pamplona cuentan respectivamente con los teatros Jovellanos, Campoamor, Arriaga, Victoria Eugenia, el Principal o Gayarre como edificios singulares e históricos de referencia, a la vez que puntos de encuentro sociales en los que divulgar la sabiduría desde un escenario; en nuestra ciudad sufrimos una vez más las consecuencias de una barbaridad urbanística fiel a la tradición santanderina de no poner en valor los monumentos más trascendentales, mala costumbre que debe ser revocada a partir de ahora con valientes decisiones como las que me dispongo a proponer desde este modesto estrado.

Creo necesaria la reedificación del Teatro Pereda, el cual podría convertirse en uno de los buques insignia de la urbe en lo referente a sus magníficas peculiaridades constructivas y en el centro teatral por excelencia de competencia municipal, ya que el Ayuntamiento de Santander carece lamentablemente en estos momentos de teatro propio y se ve obligado a desarrollar, siempre en la medida de las posibilidades, pequeñas y escasas actividades relacionadas con la rama del arte escénico en el Cine Los Ángeles, local que desde luego no reúne las condiciones para desarrollar esta función.

Es obvio que en la actualidad no existe en pleno centro de la ciudad suficiente espacio como para construir un teatro, por lo que yo apuesto por incluir este proyecto entre las dotaciones resultantes de la liberación de espacios ferroviarios, cuyo convenio se firmará en breve. Se trataría así de otorgar vida a un espacio surgido de la nada, de crear, rescatando nuestro pasado perdido, una auténtica referencia artística de dicha zona y por extensión de todo el municipio. Un espacio que serviría de contrapunto visual al futuro paisaje contemporáneo formado por el rascacielos de 140 metros, la adyacente zona comercial y la estación ferroviaria a la que llegará el ferrocarril de alta velocidad en tiempos venideros.

La reconstrucción a grandes rasgos de la fachada no debería originar grandes problemas, dado el buen archivo fotográfico existente sobre el aspecto exterior de estas instalaciones durante su época de mayor esplendor, del que aquí adjunto una pequeña muestra. Por contra, en lo referido a la morfología interior, ante mi desconocimiento sobre la existencia de planos, podría entrar en juego de una forma mucho más activa la imaginación del arquitecto. Eso sí, siempre manteniendo el estilo del clásico teatro barroco, con su patio de butacas, sus plateas y su palco como elementos conformantes de la típica planta semicircular; con una única sala adornada por cortinajes, pinturas y múltiples detalles policromados en madera. Un magnífico ejemplo de ambientación a tener en cuenta, aunque a pequeña escala, es el recoleto Teatro Casino Liceo de Santoña, cuya reciente y profunda rehabilitación ha logrado llevar al espectador casi dos siglos atrás. Un proyecto como el aquí propuesto, auténtico hito local en cuanto a la reconstrucción de un conjunto histótico-artístico perdido tiempo atrás, no tendría por qué implicar una inversión desproporcionada, sino que su cuantía podría ser equiparada perfectamente a la de cualquiera de las obras de pequeña o mediana magnitud que actualmente se están realizando en el municipio.

Pues bien, solicito a las autoridades encargadas de llevar cabo la reordenación ferroviaria, y muy especialmente al Ayuntamiento de Santander por todo lo citado, que reflexionen sobre esta idea esquemática y se lancen de una vez por todas a recuperar nuestro pasado. Nuestra querida ciudad tendría así un aliciente más de cara al famoso año 2016, pero Santander requiere sí o sí del restablecimiento en su trama urbana de uno de sus locales más esenciales, se consiga la capitalidad europea o no. Gracias.

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El antiguo Teatro Pereda, en Río de la Pila.

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Interior de la sala durante los procesos de demolición.

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El Teatro Pereda desde la calle Martillo.

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Entrada a las instalaciones.

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Futuros espacios propuestos para la reedificación del local.

recuperarelpereda@gmail.com

A continuación puedes ofrecer tu punto de vista y apoyar la iniciativa:

3 respuestas to “Una deuda histórica”

  1. Santanderin Says:

    En todos esos futuristas proyectos para Santander, también debería incluirse ese de recuperar un valor clásico, histórico y cultural para la ciudad como es el Teatro Pereda.
    Me uno a la iniciativa.

  2. Ramón Montero Sainz Says:

    Básicamente, la iniciativa me parece muy interesante y merecedora de apoyos. Ahora, yo lo veo de otra forma. Me explico un poco: me parece muy útil poder contar con un teatro en Santander que complemente, apoye y compita con la programción que pueda hacerse desde el Palacio de Festivales, la Filmoteca, CASYC o cualquier otro sitio. Pero yo no se si lo mejor es recuperar, inspirarse en un antiguo teatro que hubo en Santander, o, de iniciarse un proyecto como este, que fuera de corte más actual. A mi es que me gustan los edificios modernos (el Palacio de Festivales también)

  3. Enricy Says:

    Aunque comparto su lamento (la pérdida del Pereda es irreparable y una imborrable vergüenza para los santanderinos), no coincido con sus soluciones. Recontruirlo en su lugar original puede ser pertinente, pero reconstruirlo en un lugar ajeno no lo veo. Si se levanta en las estaciones, debería ser un edificio nuevo, que mantenga el nombre (y las famosas máscaras desaparecidas) pero de factura totalmente nueva. Y ambiciosa, que no nos viene mal en Santander.

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